Leí hace poco una newsletter.

El autor decía con tono épico que ese texto lo había escrito él solito, sin ayuda de la inteligencia artificial.

Como si se mereciera una medalla.

Un reconocimiento.

Lo dijo con orgullo.

Como si eso fuese señal de calidad.

Y me hizo pensar.

¿Te imaginas a alguien diciendo “este diseño lo hice a mano, sin Photoshop”?

¿O “estos cálculos los hice sin Excel, con boli Bic y una libreta”?

¿O “me fui de Madrid a Barcelona a caballo, tardé 15 días, pero qué orgullo no haber usado el coche o el tren”?

¿O “estos cálculos los hice sin Excel, con boli Bic y una libreta”?

Pues eso.

Negarse a usar una herramienta no te hace más puro.

Te hace más lento.

Más caro.

Menos competitivo.

¿Te imaginas a un carpintero rechazando un taladro porque “prefiere hacerlo a la antigua”?

No sería mejor. Solo tardaría más. Y probablemente le quedaría peor.

Es lo mismo con la IA.

No se trata de sustituir tu talento. Se trata de potenciarlo.

De llegar más lejos. De crear mejor. De ir más rápido sin perder calidad.

Usar IA para escribir no significa dejar de pensar.

Significa pensar mejor.

Tener ideas más pulidas.

Corregir más rápido.

Y ser más útil para tu audiencia o tus clientes.

Así que si no usas IA en tu trabajo, perfecto.

Pero no lo digas con orgullo.

Porque ir a caballo teniendo un coche no es valentía. Es testarudez.

Y eso sí que no es para presumir.

Japi dei.